Thursday, November 20, 2008

Trípoli

Terminamos el rodaje de La Marea, en Suciedad mental nivel 3 y emocional del 15, destrozados, reventados, dando saltos y disfrazadas de novia cadáver.

Al día siguiente Marwan me dijo que me viniera a Trípoli a editar el making off y hacer el documental de los talleres de los "chavales desfavorecidos" que participaban en la peli. Así que me crucé el Mediterráneo vía Praga.

Llegué a Beirut cerca de las tres de la mañana, nos fundimos una hora en coche, dos controles militares y ahí estaba Trípoli. Vacía y solitaria como ella sola. La calle principal es un paseo con árboles y demasiados coches aparcados, sin una sola alma en sus aceras, que se utiliza para lanzar granadas cuando la gente se aburre, precisamente porque no hay nadie. Nos quedábamos en una casa-pensión en el centro, un tercero de techos altísimos de la típica piedra amarilla con la que se construye aquí de toda la vida. Las persianas no cerraban y empezó a amanecer enseguida. 

Un día no puede empezar bien cuando suena el teléfono a las ocho y te has acostado a las cinco o seis. Reclamaban de urgencia su presencia en una futurible localización. En fin, pasaron muchas cosas a lo largo del día. Pasó gente que nos dijo que no hiciéramos algo, gente pidiendo cosas que no eran nuestra responsabilidad, tres gatitos durmiendo sobre una funda de trípode y al final, como a las seis de la tarde, pasó la bruja.

La bruja es la directora de la película que supongo que jamás se rodará y por la que estábamos ahí. Entró en la oficina, espuma saliéndole por la boca, los ojos fuera de las órbitas, gritando como alma que lleva el diablo. La razón era que alguien había dado 5 dólares a los actores (que tienen en torno a los 15 años) para que no se fueran a su casa andando, y venía a pedirle explicaciones a mi chico. Que cómo osaba darles dinero, que cómo osaba decir que él no les había dado nada, que le estaba mintiendo, que si malversación de presupuestos que si se lo iban a gastar en drogas que si esto qué es que si no está trabajando que si tal que si cual... Acto seguido entra el coordinador del proyecto (o sea, el que ha recibido la subvención europea en pro de la cultura tercermundista) gritándonos que por qué y cómo es posible que no hayamos ido a comprar cena para la gente del taller. Media hora antes nos despedimos de él en la calle, que se iba a hacer eso mismo mientras nosotros volvíamos a la sede para que me enseñara nuestra oficina.

Así que, entre gritos y desesperación por su incompetencia y tanto drama, optamos por marcharnos de vuelta a Beirut, mandar al trabajo a la mierda y a tanta gente, tan fumada, y tan loca, al garete.

Así que aquí estamos, compuestos y en paro, en la oficina de la productora, editando el documental que rodé en mis ratos libres hace un par de meses.

Cosas graciosas... no saben cómo rellenar los formularios que hay que enviar a la gente que ha dado la subvención, y son un montón de informes diarios. El presupuesto de material es un 50% inferior al precio que la bruja hubiera conseguido, precio personal para mi chico... ha llamado a las casas de alquiler y le han dicho que nones, que ese es el precio de él, no el de ella y que le harán un presupuesto nuevo. El técnico de sonido, aka Ismael, les ha dicho que nones, sin Marwan no le interesa el trabajo. Y así, poco a poco, sin pretenderlo, al final existe la justicia poética.

Qué bonito es Líbano, y cómo me gusta la casa del pueblo,  qué ganas tengo de ver a los sobrinos.

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